No soporté la Caracas de mentira que quisieron hacer en Palermo, buscando refugio de la soberbia infantil del porteño. Ni estuve a gusto hablando todo el tiempo de Venezuela en las reuniones, ni mucho menos fingiendo el acento local para amoldarme.
No soporté la Caracas de mentira que quisieron hacer en Palermo, buscando refugio de la soberbia infantil del porteño. Ni estuve a gusto hablando todo el tiempo de Venezuela en las reuniones, ni mucho menos fingiendo el acento local para amoldarme.