He descubierto un secreto abominable, le dije a Pedro con una voz que más parecía de felicidad que de asco. Habíamos llegado hacía menos de un mes a ese pueblo en el corazón de Arkansas y la nieve se amontonaba en los balcones, en los umbrales, en los techos. Menos algodonoso, más texturado, me imaginaba… Sigue leyendo «Pinter Residence», por Giovanna Rivero
Categoría: Ficciones
«La noche llegaba más tarde», por Gabriel Mamani Magne
A Cristina 1 La recuerdo con su polera negra –de los Rolling Stones, la famosa lengua– y sus pantalones de hombre. Se llamaba Helena. Helena Estéfani Álvarez Noriega. Era venezolana, de Coro, y estaba en Río para estudiar una maestría pero sobre todo para olvidar a una mujer. Cuando se presentó frente a la… Sigue leyendo «La noche llegaba más tarde», por Gabriel Mamani Magne
«Los pobladores», por Carolina Lozada
El último en irse fue el señor Kobe, el herrero. Desde la ventana lo vimos tomar el camino empedrado que conduce al puente. En sus manos llevaba las pesadas herramientas, en el morral sobre su espalda cabían las mínimas pertenencias personales. No volteó para mirar lo que dejaba, pocos lo hacían. Sus pasos se perdieron… Sigue leyendo «Los pobladores», por Carolina Lozada
«Plaza Constitución», por Claudio Ferrufino-Coqueugniot
Villazón es la última etapa de su Bolivia, que ama pero que decidió abandonar. La palabra futuro es inexistente aquí.
«El mapache», por Sergio Galarza
Madrid es como una maternidad para los viajeros. Aquí todo empieza y yo tenía ganas de borrar el lado A de un disco sin éxitos. El lado B es este, que empieza como todo aquí en Madrid.
«ZULEIMA@GUANIPA.COM», por José Barroso
Querida Zuleima, esta mañana leí tu email y no te imaginas la alegría que desde entonces he sentido. No puedo creer todo lo que me cuentas. Me muero de la cochina envidia al saber que has estado a un metro de distancia de Ricky Martin y Penélope Cruz en ese bar tan es-pec-ta-cu-lar que me… Sigue leyendo «ZULEIMA@GUANIPA.COM», por José Barroso
«Lugares comunes», por Gabriel Payares
No soporté la Caracas de mentira que quisieron hacer en Palermo, buscando refugio de la soberbia infantil del porteño. Ni estuve a gusto hablando todo el tiempo de Venezuela en las reuniones, ni mucho menos fingiendo el acento local para amoldarme.