HOMO VIATOR
Hemos nacido tarde
para comenzar los viajes en primavera.
Ya nadie ora con los pies
pero a Toledo aún vienen
flotantes peregrinos en noches de invierno
para sentirse parte de la historia
avivados por una pasión oscura.
La tarde duerme apacible
anestesiada por las faldas
que se arrastran en los adoquines.
No les bastó con Venecia París y Roma
y tomarán el tren de las ocho
cuando la tarde atea y somnolienta
vuelca una taza de café
sobre los ruiseñores del convento.
Caminan desde el Zocodover
iluminados por vitrinas
que absorben a las damas elegantes
sonriendo inclinadas antes mazapanes
relojes y damasquinados.
Se asemejan a una raza automática del futuro
flotas de nómades ardientes
que se unen a ciegos guías de rutina
y contemplan con culpable devoción alguna virgen
como endemoniados que de día matan a las palomas.
Ninguna ciudad se les hace extraña
y ni siquiera titubean
ante la alargada frialdad del Greco
quizás porque han entendido
que de eso se trata el espíritu
y confirman lo que ya sabían—
eran ellos mismos
los que estaban muertos hace cientos de años
congelados en la luz azul de los maestros.
*
JAPONESA
Esta playa la he escogido no para vivir,
sino para soñar que no me encuentro en ella.
Asomo la cabeza a la ventana de mi hotel
lleno de libros chilenos,
-de Lihn, de Kay, de Rojas-
y así no quedar tan huérfano de la tierra
por obra y eco de una lengua casi extinta,
como si sus viajeros no acabaran de navegar
mientras alguien confusamente los lee.
Siguen lejos, muy lejos, de la Isla de los Muertos
que Böcklin les hizo imaginar en sus ataúdes
con la esperanza de llegar a su infierno a la hora.
Lo que pudo ser sólo el olvido
es la aparición de un cuerpo en su lago,
la multiplicación del vacío en el poema
sus reencarnaciones que hojear distraído,
literariamente fraudulentas,
difuntos que hablan, en tono ausente,
mejor que los vivos.
Nada sabe de eso y de mi mirada
la japonesa más bella del siglo
que posa frente al mar de Sitges
con toda la luz del sol a su favor
bajo el foco fotográfico, celosamente de pie
en el que resplandece una y otra vez
la sustitución de su cuerpo
como si aquello le fuese a valer la eternidad:
pensar que su sonrisa no se extenderá
más allá de una orilla lejana del mundo
donde otro espíritu recita este poema
después
ahora
arrancando aullidos de lo invisible,
escarbando en mi fantasma
como si este sitio realmente hubiese
existido.
Y ella también,
si no fuera por mí.
Rodrigo Arriagada-Zubieta (Viña del Mar, Chile, 1982) es un poeta, traductor y crítico literario chileno. Es Director de la colección Pippa Passes de la revista y editorial Buenos Aires Poetry (ARG), sello que ha publicado su trilogía conformada por los poemarios Extrañeza (2017), Hotel Sitges (2018) y Zubieta (2019). Sus poemas han sido traducidos al italiano y al inglés, y publicados en medios de Chile, Argentina, Venezuela, Colombia, Perú, México, Estados Unidos, Italia y España. Su obra ha sido antologada en Chile por la editorial Santiago Inédito bajo el título Una temporada en la cabeza (CL), 2020. Actualmente reside en Toledo, España, donde finaliza sus estudios doctorales en Letras.